martes, 23 de octubre de 2012

escuela que surge de la revolucion




La escuela que surge de la Revolución


Raúl Mejía Zúñiga, en su ensayo del mismo título, afirma que: "La educación de un pueblo cualquiera sólo puede valorarse mediante el estudio de los antecedentes que la conforman, y dentro del marco social en el que opera y desde el cual se proyecta hacia el futuro", (Solana et al. Historia de la Educación Pública en México, FCE, México, 1980, p. 183). Y continúa: "Los periodos aislados, aun los más significativos, sin la concatenación que los enlaza ni las relaciones de causa y efecto que los producen, son de poca utilidad para el estudioso, pues con frecuencia sólo sirven para justificar o exaltar los valores del presente que desembocan, por su propia naturaleza, en el campo de las especulaciones políticas que los marginan de la ciencia histórica".
Escultura de Benito Juárez, Palacio Nacional, Cd. de México
Los cambios más relevantes que registra la educación corresponden, generalmente, con las transformaciones sociales que emanan de las revoluciones que además ocurren en el ámbito de la ciencia y la tecnología, así como de las transformaciones en las estructuras económicas y políticas, esto es, en los ilimitados campos de la cultura. Ahora bien, cuando esta revolución en la educación se vincula con los cambios en otras instituciones sociales en que se apoya, tenemos resultados que se tornan imperecederos, explica Mejía Zúñiga (idem, p. 183).
Como antecedente importante tenemos a la escuela lancasteriana, que nació en el seno mismo del imperio iturbidista con una concepción diferente de educación. Tampoco podemos descartar o dejar de lado la dinámica administración de Valentín Gómez Farías, o del doctor Mora, quienes plasmaron en normas del derecho positivo la filosofía educativa de la naciente nación, en la época posindependentista, y que se manifestó a partir de la revolución de Ayutla, que se expresó jurídicamente en la Constitución Política de 1857.
Los eventos que siguen en la historia del siglo XIX, como son: la Reforma, la Constitución y la República restaurada, llegan a su consolidación con el evento de la caída del segundo imperio y el triunfo de los liberales de una generación formada en las aulas y madurada en las luchas internas y externas de ese México que se va configurando como Estado nacional moderno (idem, p. 184).
Sin embargo, agrega Mejía Zúñiga, aunque la educación queda jurídicamente bajo la potestad del Estado, dentro del marco del positivismo, México, como sabemos y ya lo hemos señalado, desemboca en una larga dictadura que "habrá de retardar los avances necesarios en la educación y sobre todo, que alcance a las mayorías analfabetas dentro del proyecto latifundista del porfirismo". México para ese entonces, a pesar de su orientación liberal, no cuenta con una economía sólida y un comercio fuerte, además de que su producción agrícola es sumamente rudimentaria. En el intento de integrarse al desarrollo capitalista y fundar una riqueza originaria, el porfiriato lleva al país a un acelerado proceso de acumulación y concentración de capitales, y de ese modo propicia mecanismos de explotación despiadada de la fuerza de trabajo, tanto de manera intensiva como extensiva, con lo que el latifundismo o régimen hacendario obstruye las rutas del progreso y deforma el desarrollo del país en el último tercio del siglo XIX.
Los censos de 1910 confirman lo anterior, pues revelan que de quince millones ciento sesenta mil habitantes, que no podemos decir ciudadanos, sólo sabían leer y escribir tres millones seiscientos cuarenta y cinco mil, esto es, el índice de analfabetismo era del 78%, al descuidarse las ingentes necesidades populares. Existían en ese momento seis millones de indígenas, de los cuales dos tercios mostraban incapacidad para aprender, y dos millones no hablaban castellano y, por lo tanto, no podían recibir la enseñanza en esa lengua (SEP y Bellas Artes. Informe, t. XVII, abril y mayo de 1911).
Por su parte, el positivismo como filosofía de la educación de sectores privilegiados de la sociedad, tiende básicamente a la formación de una clase dirigente capaz de consolidar el poder político, al pretender evitar el viejo modelo escolástico impulsado por el gobierno colonial y por la Iglesia; pero, por otro lado, se descuida la preparación de las nuevas generaciones, de todos los sectores populares, con lo que el país queda inerme frente al avance del imperialismo.
Así pues, mientras los congresos pedagógicos de 1882, 1889 y 1890-1891 organizan técnicamente la escuela primaria como agencia educativa del Estado y las 28 escuelas normales egresan un número considerable de maestros, además de que existe abundante literatura pedagógica, libros, folletos, periódicos especializados, etc., y son expedidas leyes en 1888, 1896 y 1908 dando forma jurídica a la política educativa de la dictadura, la escuela, de hecho, continúa como una institución aristocrática e individualista que funciona esencialmente en los centros urbanos y margina a las comunidades campesinas e indígenas, para quienes la educación se convierte en un bien inalcanzable.
También es cierto que hacia 1890 la teoría pedagógica había ya desplazado los métodos lancasterianos establecidos en 1822, y que las escuelas normales iniciaron el proceso de profesionalización de la enseñanza al sustituir al "gremio de las nobles artes de enseñar a leer, escribir y contar", y que las normas del derecho positivo que regían la educación rebasaban políticamente a las ordenanzas coloniales en la materia. Cierto también que la Ley de Educación, formulada por Joaquín Baranda en 1888, y reglamentada en 1892, estableció el carácter gratuito, obligatorio y laico de la educación primaria elemental y superior, y que la ley de 1908 postuló la educación nacional e integral como aspiración suprema. Y a pesar de todo y de la palabrería liberal con que se adornaba la dictadura, la ciencia y la técnica, así como la pujanza de nuestros poetas, sólo sirven para reflejar al exterior un falso brillo o engalanar las reuniones palaciegas de la aristocracia. México en la época porfiriana estaba infestado de pobreza (idem, p. 188).
Conviene destacar que si bien el nexo normativo de una sociedad constituida en Estado nacional es la ley, el nexo formativo es la educación, en la medida en que favorece la reproducción de la cultura y de los valores que el nuevo Estado pretende establecer como parte de su esencia y de su propia historia. Por ello será la educación como proyecto emanado de la revolución la que responderá a los fines de mantener incólumes los legados de soberanía, independencia y libertad alcanzados y a los que todo pueblo aspira. Será en este contexto donde la educación pública y su sistema coadyuven a la solución de los grandes problemas nacionales.
De este modo, cuando Madero lanza vigorosamente el Plan de San Luis, que anuncia la Revolución de 1910 y el Partido Liberal Mexicano, cimbra por otro lado los cimientos en que descansaban las estructuras sociales de la dictadura, con el apoyo de las masas populares, en el país se avizora otro panorama para las mayorías depauperadas. Es por ello que las limitadas reformas que Limantour propone para el campo resultan demasiado tardías, al chocar frontalmente con un movimiento revolucionario que ya no habría de detenerse. De la misma manera, los convenios de Ciudad Juárez, con los cuales la dictadura y algunos líderes revolucionarios pretenden pactar la perpetuación de la primera y la supresión de la segunda, se vuelven inoperantes frente a los campesinos en pie de lucha y con el fusil al hombro. Esas imágenes se multiplican rápidamente en el paisaje social de México.
Así, tanto el Plan de San Luis como el programa del Partido Liberal Mexicano han apuntado ya, aunque desde ángulos distintos y conducidos también por clases sociales divergentes, que los problemas fundamentales son: el de la tierra y el de la educación. El primero para hacer justicia a las clases sociales que trabajan y el segundo para integrar culturalmente a México.
Sin embargo, ni la dictadura en su etapa final ni la Revolución en la inicial pueden resolver de inmediato el problema agrario debido, en gran parte, a las fuerzas del exterior que manipulan a la burguesía nacional para impedirlo. El gobierno de transición de Francisco León de la Barra pretende abordar aisladamente, por el camino de la educación, la solución de los problemas nacionales. Toca, pues, al gobierno surgido de los convenios de Ciudad Juárez abrir un paréntesis que, en la historia de la educación en México, no se cierra todavía; es decir, el de la educación para todos, a pesar de los intentos de Solana en los ochenta.
De esta manera, con el decreto que se propone crear las escuelas rudimentarias para enseñar a leer y escribir, y las operaciones de cálculo más usuales, principalmente a los indígenas, la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes queda autorizada para establecer escuelas en cualquier parte de la República, donde el analfabetismo sea mayor. Y aunque dicho Decreto adopta un tono paternalista ante los pueblos indígenas, y les da comida y vestido a los más necesitados, con un presupuesto de 300 mil pesos anuales, las condiciones reales imposibilitan su realización.
Ahora bien, hay que tener en cuenta que de alguna manera el problema de la educación ha quedado planteado y, poco más tarde, a través de una encuesta pública que impulsa A. J. Pani, se orienta a la conciencia nacional y a los hombres del pueblo, convertidos en gobernadores y jefes militares, a abordar la solución de los problemas no solamente de la educación, sino también los agrarios, obreros y de justicia social que postula la Revolución mexicana (idem, pp. 188 y 189).


jose vasconcelos


El humanismo iberoamericano de José Vasconcelos*



José Vasconcelos es el intelectual mexicano quien proyectó dotar a su país de un sistema educativo y de un marco cultural adaptado a las circunstancias nacionales, abierto a todos. Vasconcelos siempre consideró que la cultura es un mecanismo reinvidicador de la raza, y creyó en el mexicano que puede conquistar el espíritu, el intelecto y la grandeza. Los logros y esfuerzos de este pensador mexicano en el primer tercio del siglo XX, se reconocen por su visión de enlazar a Hispanoamérica en una gran patria, en 1922 en sus viajes a América del Sur, las asociaciones estudiantiles de Colombia, Panamá y Perú, otorgan a Vasconcelos la designación de Maestro de la Juventud, luego cambiada a Maestro de América, por el alcance de su obra pedagógica y filosófica.

 biográfia
Nació en la ciudad de Oaxaca el 27 de febrero de 1882, su nombre completo fue José María Albino Vasconcelos Calderón. Su padre fue agente aduanal, por lo que desde los tres años de edad vivió en la frontera de los Estados Unidos primero en Sásabe, luego en Piedras Negras desde donde cruza la frontera para asistir a la escuela de Eagle Pass, Texas. Cuando tiene trece años viaja con su familia a la capital del país para continuar sus estudios, primero se detiene en Toluca en 1896 donde asiste al Instituto Científico y Literario, en 1897 continúa su peregrinar, ahora se va a Campeche donde asimila abundante literatura francesa. Posteriormente regresa a México donde se inscribe en la Escuela Nacional Preparatoria que era baluarte principal del positivismo, y más tarde en la Escuela Nacional de Jurisprudencia donde se graduó de abogado en 1905. Vasconcelos trabajó primero al servicio del gobierno y luego del consorcio norteamericano Wagner, Jonson & Gastón de N.Y. con sucursal en México. Por ese mismo año forma parte del Ateneo de la Juventud donde en sesiones maratónicas leían a Platón. Nietzsche, Schopenhauer, Bergson, y muchos más autores, entre los ateneistas se cuentan Antonio Caso, Pedro Henríquez Ureña, Alfonso Reyes y muchos más personajes que destacarían en el campo de las letras y el pensamiento mexicano.
En los últimos años del gobierno de Díaz, Vasconcelos fue un opositor no sólo con la pluma, sino participando directamente en un asalto a un cuartel de tropas porfiristas. Formó parte del Partido Antirreleccionista y apoyó la candidatura de Francisco I. Madero, a la muerte de éste, fue representante de la revolución primero en Washington, luego en Londres. Vencido Huerta vuelve al país y asiste a la Convención Nacional, allí se une como Ministro de Instrucción con Eulalio Gutiérrez que fue nombrado presidente provisional por la Convención. Al triunfo del movimiento constitucionalista salió del país y permaneció en el destierro hasta la caída de Carranza en que Obregón lo nombró Rector de la Universidad Nacional desde donde organizó y dio coherencia a la educación en sus distintos niveles y bosquejó la estructura de lo que sería la Secretaría de Educación Pública. Al ocupar la Presidencia Obregón lo confirmó en el puesto de Secretario de Educación Pública, le dio todo su apoyo lo cual le permitió a Vasconcelos llevar adelante sus tareas y proyectos (1921-1924).
Al fin del período de Obregón, renunció Vasconcelos para oponerse a la candidatura de Calles a la presidencia, participó como candidato en las elecciones para el gobierno del estado de Oaxaca, y al perder las elecciones nuevamente salió al exilio. A la muerte de Obregón, Vasconcelos participa como candidato ahora a la presidencia de la República, después de una campaña agitada y agredida por parte del callismo, pierde las elecciones ante un fraude monumental, finalmente se exilia otra vez en el extranjero al no encontrar respuesta a su llamado de sublevarse contra el gobierno. Regresa a México al finalizar el periodo del gobierno de Lázaro Cárdenas, a partir de 1943 fue miembro fundador de El Colegio Nacional y director de la Biblioteca México, hasta su muerte en 1959.

La esencia del hombre: humanismo iberoamericano
En la formación del hombre iberoamericano, Vasconcelos cita como elementos de un currículum necesario a la ciencia y a la filosofía.
En la obra vasconceliana De Robinsón a Odiseo, se hacen importantes señalamientos críticos contra el positivismo que tuvo importante influencia en México a fines del siglo XIX. Vasconcelos sobre el positivismo dice:
La doctrina del método nuevo se comprendía diciendo que todo conocimiento viene de la experiencia y que ésta no es científica y, por lo mismo válida si no se ajusta a la prueba física que condiciona el efecto a la causa con rigor matemático... La enseñanza se organiza, en consecuencia, partiendo de las matemáticas y terminando en la sociedad (Vasconcelos, 1952: 55).
El sistema jerárquico positivista de Comte y en consecuencia de Gabino Barreda, toma a la sociedad como último fin que debe aspirar el conocimiento científico, con lo que Vasconcelos está en desacuerdo.
La organización de la enseñanza con base en el positivismo, trajo como consecuencia olvidarse de la enseñanza de la filosofía, a lo cual se suma otra de las contrariedades de Vasconcelos con la educación positivista, como reza a continuación:
La filosofía en su totalidad, fue arrojada de las aulas como antigualla y remplazada con la sociología las enseñanzas científicas fueron perfeccionadas, instaladas casi con lujo. La biología, la física y la química dieron base a toda educación impartida; por aquel tiempo incluso el problema del ser lo buscábamos en los residuos de la probeta del laboratorio experimental (Ibíd.: 56).
La crítica que vierte Vasconcelos al positivismo no es general, reconoce el mérito que tuvo en América. Dice este filósofo mexicano: “El positivismo está hoy superado, pero debemos agradecerle que nos librara en América del candor que sale de la escolástica” (Ibíd.: 56).
Vasconcelos es un defensor de la filosofía, y un visionario que rescató del proyecto positivista, el rigor científico de toda investigación. Abunda diciendo que:
...no hay derecho a hacer filosofía si se desconoce la disciplina científica experimental. Y al restaurarla Universidad hemos respetado la sólida conquista que significa el saber darle a la materia el trato que corresponde, es decir, al que se deriva de la física, la química o la biología (Loc. cit.).
Vasconcelos fue quien restableció la enseñanza de las humanidades en las universidades en la primera mitad del siglo XX, también incorporó el estudio del latín y el griego, además la enseñanza de la historia, la filosofía y la metafísica. Concibió a la universidad como un espacio propio del conocimiento, con el limitante de la rigurosidad científica, según la rama de la actividad cultural.
Cito a continuación el concepto de ciencia que tiene Vasconcelos, elemento necesario para explicar su proyecto científico-humanista.
La ciencia en efecto, no es una simple interpretación matemática formal de la realidad (sumisión de la realidad a formas), sino el descubrimiento de que los objetos sensibles se mueven con independencia de las formas del discurso y según sus propias, precisas y características normas (Vasconcelos, 1945a: 10).
La ciencia a que hace referencia Vasconcelos, es la ciencia empírica, la ciencia objetiva, la ciencia realista que postula una realidad aprensible y cognoscible. El pensar del filósofo, a decir de Vasconcelos, debe ser como el de la ciencia: apegado a la realidad.
Vasconcelos es claro al afirmar: “La ciencia es la tarea de nuestra época y por ningún motivo debemos eludirla” (Ibíd.: 22).
Este pensador mexicano hace un llamado al filósofo, para que no ignore a la ciencia, cuando estudie a la realidad sensible. El método experimental propio de la ciencia empírica rescata a la ciencia como asunto de demostración lógica o matemática.

La visión científica-humanista de Vasconcelos
Nuestro filósofo en cuestión vierte otra crítica fuerte a Francis Bacon, creador de la inducción, método que permite estudiar a la realidad material de lo particular a lo universal, también a Augusto Comte por su esquema teórico que desemboca en un cientificismo social. Ambos los acusa de no hacer una verdadera filosofía, sino una teoría del conocimiento de lo material.
Continúa diciendo Vasconcelos: “Ambos no advirtieron que el deber del filósofo es unir el saber científico-empírico, con el saber humanista, el saber estético, el saber divino... No se puede filosofar si se desatienden dichos valores” (Ibíd.: 21).
La visión científica-humanista está presente en su proyecto educativo, donde no rechaza el afán científico del positivismo, pero sí rescata e instituye en las universidades el estudio de las humanidades, en sus términos dice:
Fue barbarie de la época positivista excluir de las Facultades el estudio de las Humanidades. Pero sería ceguera dejar al filósofo sin conocimiento somero de las hipótesis atómicas y la teoría del cuanto... Filosofía que atiende a las conclusiones de la ciencia empírica, es la única posible en la América que fue positivista... (Ibíd.: 20).
Vasconcelos se refiere al trato que se le dará a la realidad física, ese trato será empírico, no silogístico; para el estudio del espíritu o del ser, se aplicarán disciplinas como la metafísica.
Nuestro intelectual mexicano dejó una tarea al filósofo, que es crear una concepción del universo, apoyado en las ciencias especiales, para tener sus conclusiones y así consumar la concepción total de la realidad.
Nos previene del uso utilitario de la ciencia, que conlleva una concepción parcial de la realidad: “Usando el dato científico a lo Bacón, es decir, con fines exclusivamente utilitarios, se conquista poder relativo sobre las cosas, pero no se llega a construir pensamiento generalizador, ni sentido filosófico de la existencia” (Ibíd.: 21).
La tesis central de Vasconcelos es que la ciencia es una parte de la filosofía, porque ésta existía antes de la ciencia y su campo de acción va más allá de lo que pretende la ciencia.
A manera de conclusión de este apartado, diré que para Vasconcelos el currículum formativo del hombre iberoamericano es el binomio ciencia y filosofía. La ciencia investiga las condiciones de la producción de los fenómenos y la filosofía, crea una concepción del universo, una concepción realista, apoyándose en la ciencia.

Postura gnoseológica
La teoría educativa de Vasconcelos buscaba el desarrollo espiritual del hombre, en contraposición a la visión pragmática y material de la civilización sajona.
La educación debía de dar al educando cierta especialización técnica, que le permitiera ganarse la vida, pero debía trascender más allá, es decir, proporcionarle una visión general del mundo invisible a los sentidos, que se aprecia con el intelecto y que está conformado por valores que están más allá de lo práctico y lo empírico.
La propuesta gnoseológica de Vasconcelos se puede resumir así:
Las facultades mediante las cuales se obtiene el conocimiento son: los sentidos, el intelecto, la imaginación y las emociones... En el estado estético, que es el más alto estado de conciencia, la imagen recrea el objeto percibido; la imagen es una representación que enriquece al objeto. El filósofo, “artista de la totalidad” usa su imaginación cuando las ideas son insuficientes para organizar sus experiencias... el verdadero conocimiento es en sí mismo estético (Sametz de Walerstein, 1991: 66-67).
Vasconcelos en la búsqueda de un método para conocer la realidad existencial, desconfía de la razón, porque no logra captar la esencia de lo real, aspira a la unidad de lo absoluto, situación antagónica con la dialéctica. Dice que el método socrático debería ser el auxiliar inmediato del profesor, de ahí que la deducción, la generalización proporcione una visión universal del mundo circundante. El método experimental lo recomendaba para que el alumno conozca las propiedades de los objetos circundantes, siempre guiado por el profesor.
...él propone –al contrario de Dewey: enseñar a descubrir- que la escuela sea un re-sumen de la experiencia general de la humanidad; que proporcione una información selecta, adecuada a cierta doctrina general, a cierta filosofía, más que una simulación de imposibles neutralidades (Ibíd.: 68).
Fiel a su lógica deductiva, Vasconcelos intenta concretar su proyecto educativo en contraposición a la inducción de Gabino Barreda que excluye toda cuestión estética.
Para Vasconcelos no sólo es indispensable, sino que pretende hacer artistas a todo el pueblo con una amplia promoción de artesanías, cantos y danzas populares. Al proponerse rescatar las raíces autóctonas, inicia el sistema de influir y dejarse influir por el arte indígena. Surgen así la pintura, la arquitectura y la música nacionalista (Ibíd.: 70).
El fin a alcanzar en su teoría del conocimiento, que se origina en un concepto general del mundo, mediante una educación que integre trabajo, técnica y ciencia, es equilibrado con valores éticos, con los cuales Vasconcelos desemboca en su propuesta de educación estética.
El monismo estético de Vasconcelos se fundamenta en tres principios: la belleza, la emoción estética y el universo. Este filósofo identifica a la realidad con la energía, y la experiencia estética permite el conocimiento de la realidad. El monismo estético convierte al mundo en objeto de conocimiento, y en objeto de belleza.
Dentro de este esquema estético, Vasconcelos ubica a la belleza como la forma más alta de la verdad. La metafísica deberá utilizar el método estético para alcanzar su meta de una visión unitaria del mundo; la intuición artística es la vía para conocer la realidad.
La emoción o intuición estética es el método para conocer la realidad.
El hombre o la totalidad de su ser es la tercer estructura que, como las anteriores, organiza la energía en determinado modo, sólo que su organización es más amplia y universal, es decir, puede convertir lo físico y lo biológico de tal suerte que se transforme en sustancia espiritual trascendente (Villegas, 1979: 82).
Para que el hombre cumpla esa función redentora de la energía del universo, sólo lo logrará a través del conocimiento y para tal efecto, Vasconcelos admite tres clases de ciencias: las ciencias de descubrimiento, que se refieren al conocimiento de la naturaleza como las ciencias físicas, su instrumento es la sensualidad y la razón matemática; las ciencias de la invención, que se circunscriben al conocimiento del hombre, a la invención de sus propósitos, su instrumento es la voluntad, entre las que sobresale la ética que postula el equilibrio de la conducta humana y la naturaleza; la estética es otra ciencia que conforma el corpus para lograr esa revulsión de la energía (salto de la energía de una estructura a otra), hacia lo espiritual.
La estética o el arte, enriquecen a la realidad proporcionándole una nueva organización. Vasconcelos concluye señalando que el arte es el paso entre lo humano y lo divino.

Concepción sobre las posibilidades y límites
del hombre ante la naturaleza, dios y la religión

El antecedente filosófico inmediato del sistema vasconcelista del monismo estético, lo constituye su ensayo: Pitágoras, una teoría del ritmo, que se publicó en 1916 en la revista cubana Cuba contemporánea, Vasconcelos llamó a la teoría de Pitágoras de los números, “teoría del ritmo”.
La teoría pitagórica sostiene que la realidad es en esencia numérica, nuestro filósofo mexicano dijo que la naturaleza es la música de las esferas, por lo que el pitagorismo lo concibe como una estética y no una matemática.
La visión pitagórica de Vasconcelos, es la dinámica del mundo en términos estéticos, es decir, el movimiento permite al hombre avanzar por estadios ascendentes hacia la totalidad.
Vasconcelos rechaza al racionalismo, cuyo interés central será la idea; y abraza el misticismo que se interesa por el espíritu que es el que engendra la idea.
Este pensador mexicano encontró en el análisis del pitagorismo la posibilidad de fusionar lo material con lo espiritual, su visión es que todas las cosas se desarrollan con una energía interna, como una música y que la esencia de todas las cosas la constituye cierto ritmo.
Plotino, el gran místico de Alejandría influyó en Vasconcelos, en lo concerniente a su teoría monista.
Para Plotino, el alma accede a la belleza tras una verdadera ascesis: el alma aislada de los deseos que vienen del cuerpo, con el que mantiene una unión demasiada estrecha, liberada de las otras pasiones, purificada de lo que contiene cuando se materializa y manteniéndose aparte, se despoja de toda fealdad que le viene de una naturaleza distinta a la suya (Fell, 1989: 376).
El monismo plotiniano está presente en el pensamiento de Vasconcelos, cuando señala que la materia es una degeneración del ser, en cuanto se aleja más de la esencia divina. La belleza está contenida en el artista y en el arte, no en la obra artística que es material. Al igual que Plotino, Vasconcelos está en pro de un arte idealista, no el que imita a la naturaleza, sino el que intenta superarla.
El monismo estético vasconcelista está fundamentado en tres principios o postulados que tienen relación entre sí: la belleza como una forma especial de energía; la emoción estética condición para comprender a la naturaleza de las cosas; y el universo, que se fortalece cada vez más, que se hace más bello.
El lema de la Universidad: “Por mi raza hablará el espíritu”, justifica la cosmovisión misticista de Vasconcelos, y el propósito y la orientación de la propia Universidad. De un discurso pronunciado ante la Confederación Nacional de Estudiantes rescatamos su concepción sobre dios y la religión, contenida en el lema universitario.
Había que comenzar dando a la escuela el aliento, superior que le había mutilado el laicismo... Era indispensable introducir en el alma de la enseñanza el concepto de religión, que es conocimiento obligado de todo pensamiento cabal y grande... Usé de la vaga palabra espíritu, que en el lema significa la presencia de Dios... En suma, por espíritu quise indicar lo que hay en el hombre de sobrenatural y es lo único valioso por encima de todo estrecho humanismo y también, por supuesto, más allá de los problemas económicos que son irrecusables pero nunca alcanzarían a normar un criterio de vida noble y cabal (Matute, 1983: 212).
En fin, diré que para Vasconcelos la emoción o intuición estética, es el método para conocer la realidad, el mundo se puede conocer, y a la vez sentir.
Significado de los valores
Vasconcelos consideró que la acción del sujeto o su conducta está regida por valores. El prototipo del hombre contemporáneo, no es el audaz, el inteligente, sino el más capaz de servir, el que denota una moral de constante superación.
Esta moral de superación, retoma la búsqueda de la serenidad propia de las civilizaciones oriental y griega, no va tras la ganancia, o el poder, su ética se basa en la concordia, la ayuda mutua, la tolerancia, el respeto, pero también la conquista del Absoluto, se va en pos de una trascendencia.
La jerarquía de los valores es triple, abajo coloca a los objetos materiales, en medio la conducta que persigue propósitos sociales y arriba, coloca el espíritu que se recrea en los valores fundamentales y eternos.
El valor de las cosas depende de su adaptabilidad a nuestros fines superiores, y en consecuencia no hay cosas buenas o malas en sí. La escala de valores se determina por el mayor o menor acercamiento que tengamos con el Absoluto.
Dice Vasconcelos que la ley moral y el deber están por encima de todo lo accidental humano.
En su filosofía educativa, Vasconcelos propone cinco valores: 1) sentir la cultura mestiza como base del concepto de mexicanidad; 2) mexicanizar el saber... hacer objeto de estudio la antropología y el medio natural del país; 3) hacer de Latinoamérica el centro de una gran síntesis humana; 4) Emplear el sentido de servicio y amor fraterno del ser humano, como medio de ayuda a los más desprotegidos y, 5) valerse del industrialismo... para promover el progreso de la nación (Sametz de Walerstein, 1991: 66).
Para alcanzar estas metas, consideró Vasconcelos que la influencia del maestro es decisiva, para despertar los valores morales y espirituales del alumno. La misión del maestro consiste en provocar el desenvolvimiento de las potencialidades nobles del alumno. La ética que propone Vasconcelos deberá estar basada en la tolerancia y la fraternidad.

Principales propuestas ideológicas,
políticas y su actitud ante el progreso social

El corpus del pensamiento de Vasconcelos está integrado por una copiosa autobiografía, una historia de México y por supuesto, de un sistema filosófico compuesto de una metafísica, una ética, una estética y una historia de la filosofía, que intenta coronar con una teodicea.
La conformación del criterio filosófico de Vasconcelos tiene como antecedente una fuente plural de pensadores que consolidaron su ideología y su visión del mundo.
La escuela de Mileto le enseñó que todo es devenir; Heráclito le dio pesimismo fundamental... en Plotino supo lo que es el éxtasis... los filósofos alemanes... todo debe pasar por la razón. El impulso, el deseo, la energía son la base del Universo. Kant fijó en su mente que toda Metafísica es intuitiva. Con Schopenhauer recibió... la confirmación en el pesimismo, y Nietzsche lo hizo comulgar con la tragedia del mundo. En Francia, Bergson le ha mostrado como deben cerrarse los ojos, abriendo el alma al rumor invisible (Fernández, 1942: 20).
La filosofía de Vasconcelos se caracteriza por su antiintelectualismo, rechaza el pragmatismo como teoría del conocimiento, aunque reconoce el valor de la ciencia y la considera como un preludio a la especulación filosófica. Considera que el instrumento propio de la filosofía no es la razón, sino la intuición emocional, que es el dato primario de toda existencia, que permite ahondar en las esencias de las cosas. “Su concepción metafísica consiste en un emanatismo inspirado en Plotino, que partiendo del átomo material pasa por lo orgánico, lo psíquico hasta desembocar en lo Uno absoluto” (Ramos, 1993: 166-167). La filosofía para Vasconcelos es un peldaño para ascender a Dios, es decir, nos lleva de los estadios inferiores del ser, hasta la fusión con lo divino.
José Vasconcelos es un filósofo activo, sus teorías intentan ser una vasta síntesis de todos los hechos, de todas las ideas y de todas las emociones que se entrecruzan en el cosmos.
Su propuesta política tenía como fin una sociedad mexicana con un orden social y económico más justo, en que el respeto de la libertad fuera elemento prioritario. Su quehacer político estuvo dirigido a lograr una sociedad democrática que permitiera el desarrollo integral de todos los individuos.
Congruente con su propuesta monista también planteó la unidad de las naciones con un mismo idioma y una raza común, esa unidad de pueblos la llamó Iberoamérica, sociedades que comparten una personalidad propia y un mismo destino y corona su propuesta aludiendo al fin último de la historia de los pueblos iberoamericanos, que es producir una síntesis de las cuatro razas existentes: la negra, roja, amarilla, y blanca, de la que emerge victoriosa la quinta raza, la raza cósmica, que representa al hombre nuevo, con una cultura de esencia espiritual.
Su actitud ante el progreso es por demás elocuente, a través de la educación, en su parte técnica, práctica y aplicada, el mexicano logra el dominio de su entorno físico, socioeconómico y puede aspirar al derecho, a la seguridad social y al bienestar material.
La propuesta educativa de Vasconcelos conlleva a formar el hombre capaz de valorar la vida desde un punto de vista personal, de ser autogestor de su sustento bajo el principio de que todo hombre de trabajo estará en condiciones de conquistar un progreso para él y por ende para toda la sociedad.

Sobre el desarrollo de la ciencia y la técnica
La finalidad de la ciencia según Vasconcelos, es enseñarnos a aprovechar el objeto, que ubica como la “física del conocimiento”. Los conocimientos del corpus de la ciencia tienen carácter objetivo y pragmático, también intelectual y teórico. Aclara que mientras sólo se trate de cuestiones de técnica, bastará con ejercicios de adiestramiento y cuando aparece el teórico que investiga la ley del objeto y la ley del sujeto y la manera de sus relaciones y convergencias, entonces nace la ciencia. De manera textual, Vasconcelos nos dice: “En rigor, la ciencia no es otra cosa que la teoría de la técnica, la manera más general de nuestras relaciones con el objeto” (Fernández, 1942: 66).
 Nos dice Vasconcelos que para aprender la técnica se acude a la escuela, aunque no basta, lo que falta es reflexionar, utilizando la razón inductiva y deductiva para investigar, para coordinar el contenido de la experiencia científica: “Para enseñar entonces la ciencia conviene por lo mismo, un método a la vez práctico y teórico” (Ibíd.: 68).
Lo que propone nuestro filósofo mexicano es que los programas educativos deben ser flexibles en la metodología adaptada para cada disciplina “... el método ha ser activo para los aprendizajes que impartan adiestramiento, pero intelectualista, lógico y teórico para el conocimiento que precede y supera y engendra la práctica (Ibíd.: 69).
De lo anterior sigue que la escuela activa es la que se refiere al trabajo, la escuela intelectualista la que se refiere al aprendizaje de la ciencia abstracta; la escuela ética es la que se refiere al conocimiento de los valores y también remarca el proceso del conocimiento que va de lo concreto a lo abstracto.

Concepciones sobre el papel de la educación, el arte y la literatura
Vasconcelos planteó con toda seguridad que por medio de la educación y la cultura, los mexicanos tomarían conciencia de sus problemas internos, y los trascendería en soluciones inmediatas, hasta la conformación de un hombre nuevo: el hombre Iberoamericano, de ahí la necesidad de promover una cultura nacional y popular con acceso a todos los mexicanos.
La educación la consideró como el motor que genera conciencias, y además la que despierta el espíritu: “La verdadera novedad consistió en concebir la educación como una palanca para remover conciencias, como un despertar del mexicano, que se realizaría no sólo por la experiencia escolar, sino por la difusión de la cultura, de los libros” (Sametz de Walerstein, 1991: 11).
El importante papel que designa Vasconcelos a la educación, es el de rescatar al hombre de la ignorancia, el hacerlo libre mentalmente. Mediante la educación y la reflexión, el hombre descubre la verdad y alcanza la redención del espíritu. “La verdad y la belleza lo guían hacía su realización integral” (Ibíd.: 64).
Su proyecto educativo, pretendió producir un mexicano con una visión nueva, que tuviera como fundamento la esencia de la patria, que conociera sus raíces hispánicas e indígenas, y que a partir de esta toma de conciencia expresara todo lo humano en constantes maneras de superación.
Con relación al mejor método para conseguir los logros de la educación, Vasconcelos recomienda adoptar el más sencillo, el que sigue la realidad del saber en su desenvolvimiento natural e histórico: la deducción. “No hay educación sin un concepto general del mundo. El educador encontrará en su filosofía, el punto de partida de su pedagogía” (Fernández, 1942: 34).
El proyecto educativo de Vasconcelos es audaz, inteligente y visionario, pero lo más importante, es que creyó en el poder de la educación, como factor de igualdad social.
 La enseñanza del arte, tuvo como finalidad cultivar la inteligencia del hombre y gozar del valor artístico y así lograr la comunión con lo bello.
A diferencia de la pedagogía pragmática, propia de la técnica y de la pedagogía intelectualista necesaria a la ciencia y del sentido fraterno necesario a la ética, el pedagogo artista, por fascinación y magia, ha de llevarnos a la comprensión total activa, intelectiva, amativa y estética, o comunión cabal con los más altos valores del espíritu (Ibíd.: 58).
La imaginación, la intuición, son los elementos centrales en la enseñanza de las artes, para llevar la conciencia al goce y plenitud de lo Absoluto.
La experiencia del arte, evidencia, la existencia de una fuerza de nuestra naturaleza que nos proporciona alegría ilimitada y dice Vasconcelos, sobrenatural: “El secreto de este poder consiste en que nos pone en común con las formas más nobles y las realidades más altas de la conciencia” (Ibíd.: 78).
En lo que concierne al papel de la literatura, Vasconcelos encontró en la difusión de los clásicos, tanto filósofos como literatos, el instrumento idóneo para enseñar a leer bien y fomentar el amor por la literatura. Tal énfasis puso en este objetivo que al estructurar el funcionamiento de la SEP lo hizo en tres departamentos: el escolar, el de bellas artes, y el de bibliotecas y archivos. Este último tuvo a su cargo la creación de un sistema de bibliotecas profesionales, ambulantes y circulantes por todo el territorio nacional mexicano, aunado a esto dispuso la impresión masiva de textos de autores clásicos de la filosofía y la literatura, que se distribuyeron por todo el país.
En la campaña contra el analfabetismo, se derivó la necesidad de ilustrar al pueblo: fundó bibliotecas para complementar la tarea educativa. Decía Vasconcelos que: “no bastaba enseñar a leer, era necesario suministrar libros... para adquirir conocimientos útiles” (Samitz de Walerstein, 1991: 17).
El libro fue uno de sus tres apóstoles, los otros dos fueron el artista y el maestro.

La cultura iberoamericana
La conclusión a que llega Vasconcelos es que es necesario un nuevo tipo de hombre, con una nueva forma de vivir.
La razón y la ciencia no forman los auténticos valores humanos, es la emoción la que nos hace vivir lo propiamente humano, este filósofo, recomienda que los iberoamericanos debemos practicar esa forma de vida y dejemos de imitar al sajón racionalista que revive al universo en lo que tiene de material y biológico y nosotros los latinos e iberos, debemos expresarnos en términos de espíritu.
El factor constitutivo del iberoamericano es la libertad, porque “la vida artística supone a la libertad” (Villegas, 1979: 98), lo anterior se comprende en el sentido de que la libertad humana permite organizar lo dado y ponerlo al servicio del espíritu; hay que actuar por gusto, por entusiasmo o inspiración, y esto sólo se logra en el arte o en la religión.
Vasconcelos pone en manos del iberoamericano su filosofía del futuro, sus recomendaciones son acerca de lo que podemos, de lo que debemos y de lo que tenemos que hacer. Su filosofía nos compromete ante un futuro no determinado, sino ante un futuro que hay que construir y potencialmente se tienen las mejores oportunidades para vivir mejor, es una utopía necesaria y posible.
La filosofía del futuro que predicó Vasconcelos la destinó para la “raza emocional” o “cósmica”, que identificó con el iberoamericano.
Nuestro filósofo mexicano se erigió en defensor de la raza ibera y el portavoz de una cultura emergente. Su filosofía se convirtió en el baluarte del hombre nuevo, del hombre iberoamericano, que superará a sus enemigos los anglosajones, por el espíritu, ya que ellos no logran alcanzar conceptos y valores universales.
La filosofía de Vasconcelos pretende ser el pensamiento perenne que se eleva sobre las vicisitudes de lo concreto, su calidad de vencido le brinda la oportunidad mientras que su vencedor queda atado por los lazos de intereses que tiene que proteger y justificar (Ibíd.: 70).
La “raza cósmica”, representa la identidad de los pueblos iberoamericanos, que son forjadores de una nueva raza, gestora del hombre nuevo y prototipo de los anhelos del género 
humano.


jose vasconcelos

jose vasconcelos

http://www.filosofia.org/ave/001/a225.htm

José Vasconcelos CalderónEnsayista, ideólogo y político mejicano, nacido en Oaxaca el 28 de febrero de 1882, que influyó notablemente en la definición de un iberoamericanismo basado en el mestizaje, a partir del cual se conformaría la raza cósmica, raza que estaría llamada, en no mucho tiempo, a ser depositaria del espíritu del mundo.
Empapado sin duda en las creencias alucinadas difundidas por Helena Petrovna Blavatsky y toda su corte de propagandistas teósofos [«las siete Razas de la Humanidad», «los siete Elementos Cósmicos», la Atlántida perdida habitada por la raza madre, la noble raza aria, el antidarwinismo, &c.] –ya al comienzo del nuevo siglo, escribe Vasconcelos I:436, «con pretensiones de investigador científico abordé el estudio de los fenómenos espíritas comenzando con Mesmer y rematando con Allan Kardek, cuyos libros consulté en la Biblioteca Nacional»–, contagiado también del mismo idealismo que había embriagado a Hegel y a Fichte, admirador de Nietzsche y de Schopenhauer («Schopenhauer, ¡cuánto debo a tu fuerte pensamiento!», exclama Vasconcelos), tras la derrota de Alemania en la Gran Guerra, en plenadecadencia de occidente spengleriana, supuso que el espíritu, que parecía se estaba cansando de actuar a través de la raza aria [aunque todavía faltaban los coletazos nazis...] se asentaría pronto en laquinta raza, la raza cósmica, una raza que habría de surgir de entre quienes venían celebrando desde 1913, en español y no en alemán, la Fiesta de la Raza.
Fue al parecer José Vasconcelos precisamente el inductor de que durante el régimen del presidente Alvaro Obregón adoptase México oficialmente esa celebración del doce de octubre. Nombrado en 1920 rector de la Universidad Nacional de México, antes de pasar a ocuparse al año siguiente de la Instrucción Pública de Méjico, propuso José Vasconcelos, y fue aceptado, el famoso lema que todavía identifica orgullosa a la UNAM, lema que expresa de manera contundente la absoluta confianza en laraza (cósmica) como portavoz del espíritu (del mundo): «Por mi raza hablará el espíritu». (La Universidad Nacional Autónoma de Durango, fundada en 1957, adoptó el mismo lema: «Por mi raza hablará el espíritu»; y como en 1995 la Universidad de Ciencias y Artes del Estado de Chiapas adoptó como lema: «Por la cultura de mi raza», cabría sospechar que el espíritu ya esté hablando a la razatravés de la cultura.) En las páginas oficiales de la Universidad Nacional Autónoma de México puedeleerse:
«Escudo de la UNAM. Durante su rectorado, José Vasconcelos dotó a la Universidad de su actual escudo en el cual el águila mexicana y el cóndor andino, cual ave bicéfala, protegen el despliegue del mapa de América Latina, desde la frontera norte de México hasta el Cabo de Hornos, plasmando la unificación de los iberoamericanos: 'Nuestro continente nuevo y antiguo, predestinado a contener una raza quinta, la raza cósmica, en la cual se fundirán las dispersas y se consumará la unidad.'
Lema de la UNAM. El lema que anima a la Universidad Nacional, Por mi raza hablará el espíritu,revela la vocación humanística con la que fue concebida. El autor de esta célebre frase, José Vasconcelos, asumió la rectoría en 1920, en una época en que las esperanzas de la Revolución aún estaban vivas, había una gran fe en la Patria y el ánimo redentor se extendía en el ambiente. Se 'significa en este lema la convicción de que la raza nuestra elaborará una cultura de tendencias nuevas, de esencia espiritual y libérrima', explicó el Maestro de América al presentar la propuesta. Más tarde, precisaría: 'Imaginé así el escudo universitario que presenté al Consejo, toscamente y con una leyenda: Por mi raza hablará el espíritu, pretendiendo significar que despertábamos de una larga noche de opresión.'
Himno de la UNAM. A través de la música, los propios universitarios han exaltado los valores y el orgullo de pertenecer a la Máxima Casa de Estudios. El Canto a la Universidad, escrito por Romeo Manrique de Lara y musicalizado por Manuel M. Bermejo, fue declarado himno oficial de la Universidad por el Rector Nabor Carrillo (1953-1961) y está escrito para ser cantado por un coro de maestros y alumnos: 'Universidad Universidad / Por mi raza el espíritu hablará / Por mi raza el espíritu hablará / (Maestros) / En el lema que adoptamos / Para nuestro laborar / El afán así expresamos: / Estudiar para enseñar / Somos los educadores / Nos anima el ideal / De encender los resplandores / Del camino sin fanal / Ser para los demás / Lo suyo a todos dar / Sabiendo para prever / Previniendo para obrar / (Alumnos) / En nosotros reside el anhelo / De alcanzar la verdad y el saber / Nuestras alas presienten el vuelo / De la ciencia, el amor y el deber / Que nos guíe la voz del maestro / A alcanzar el sublime ideal / Y un mañana de luz será nuestro / De la patria diadema triunfal / Universidad Universidad / Por mi raza el espíritu hablará / Por mi raza el espíritu hablará.» [agosto 2004]
José Vasconcelos Calderón en 1914En 1925 publicó las 'Notas de unos viajes a la América del Sur' (Brasil, Uruguay, Argentina y Chile) antecedidas por un prólogo que da nombre a uno de sus libros más difundidos e influyentes: La Raza Cósmica, misión de la raza iberoamericana (publicado inicialmente por la Agencia Mundial de Librería, en Madrid). Parte Vasconcelos de la pugna feroz desde los primeros tiempos del descubrimiento y la conquista entre castellanos y británicos, entre el español y el inglés, latinidad contra sajonismo. Los yanquis serán el último imperio de una sola raza: el imperio final del poderío blanco, y el destino llevará a la raza mixta que habita el continente iberoamericano «a convertirse en la primera raza síntesis del globo», la raza cósmica, «que llenará el planeta con los triunfos de la primera cultura verdaderamente universal, verdaderamente cósmica». La decadencia del imperio español se habría producido por «una serie de monarcas extranjeros necios de remate como Carlos V, el César de oropel; perversos y degenerados como Felipe II; imbéciles como los Carlos de los otros números, tan justicieramente pintados por Velázquez en compañía de enanos, bufones y cortesanos, consumaron el desastre de la administración colonial» (frase que en la reedición del libro en 1948 se modera un poco: «una serie de monarcas extranjeros, tan justicieramente pintados por Velázquez y Goya, en compañía de enanos, bufones y cortesanos, consumaron el desastre de la administración colonial»), y «la estupidez napoleónica fue causa de que la Luisiana se entregara a los ingleses del otro lado del mar, a los yanquis, con lo que se decidió en favor del sajón la suerte del Nuevo Mundo», «la tontería napoleónica no pudo sospechar que era en el Nuevo Mundo donde iba a decidirse el destino de las razas de Europa, y al destruir de la manera más inconsciente el poderío francés de la América debilitó también a los españoles; nos traicionó, nos puso a merced del enemigo común. Sin Napoleón no existirían los Estados Unidos como Imperio Mundial».
Pero la colonización española creó el mestizaje y «esto señala su carácter, fija su responsabilidad y define su porvenir». Las cuatro razas de las que habla: la Blanca, la Negra, la Amarilla y la Roja (que es la americana, procedente nada menos que de la Atlántida y extendida de manera todavía más fantástica, Wegener por medio, en increíbles anacronismos ante los que Vasconcelos ni se inmuta) se irán mezclando sabiamente hasta producir la raza cósmica, pues serán «las leyes de la emoción, la belleza y la alegría» las que determinen los cruces, «con un resultado infinitamente superior al de esa eugénica fundada en la razón científica, que nunca mira más que la porción menos importante del suceso amoroso. Por encima de la eugénica científica prevalecerá la eugénica misteriosa del gusto estético» (esperamos que el libro de Vasconcelos no esté traducido al chino: «...no es justo que pueblos como el chino, que bajo el santo consejo de la moral confuciana se multiplican como los ratones, vengan a degradar la condición humana, justamente en los instantes en que comenzamos a comprender que la inteligencia sirve para refrenar y regular bajos instintos zoológicos»). También chirrían hoy bastante las consideraciones de Vasconcelos sobre la raza negra:
«Los norteamericanos se mantienen muy firmes en su resolución de mantener pura su estirpe, pero eso depende de que tienen delante al negro, que es como el otro polo, como el contrario de los elementos que pueden mezclarse. En el mundo iberoamericano, el problema no se presenta con caracteres tan crudos; [25] tenemos poquísimos negros y la mayor parte de ellos se han ido transformando ya en poblaciones mulatas. El indio es buen puente de mestizaje. (...) Actualmente, en parte por hipocresía y en parte porque las uniones se verifican entre personas miserables dentro de un medio desventurado, vemos con profundo horror el casamiento de una negra con un blanco; no sentiríamos repugnancia alguna si se tratara del enlace de un Apolo negro con una Venus rubia, lo que prueba que todo lo santifica la belleza. En cambio, es repugnante mirar esas parejas de casados que salen a diario de los Juzgados o los templos, feas en una proporción, más o menos, del noventa por ciento de los contrayentes. El mundo está así lleno de fealdad a causa de nuestros vicios, nuestros prejuicios y nuestra miseria. (...) Los tipos bajos de la especie serán absorbidos por el tipo superior. De esta suerte podría redimirse, por ejemplo, el negro, y poco a poco, por extinción voluntaria, las estirpes más feas irán cediendo el paso a las más hermosas. Las razas inferiores, al educarse, se harían [31] menos prolíficas, y los mejores especímenes irán ascendiendo en una escala de mejoramiento étnico, cuyo tipo máximo no es precisamente el blanco, sino esa nueva raza, a la que el mismo blanco tendrá que aspirar con el objeto de conquistar la síntesis. El indio, por medio del injerto en la raza afín, daría el salto de los millares de años que median de la Atlántida a nuestra época, y en unas cuantas décadas de eugenesia estética podría desaparecer el negro junto con los tipos que el libre instinto de hermosura vaya señalando como fundamentalmente recesivos e indignos, por lo mismo, de perpetuación. Se operaría en esta forma una selección por el gusto, mucho más eficaz que la brutal selección darwiniana, que sólo es válida, si acaso, para las especies inferiores, pero ya no para el hombre.» (José Vasconcelos, La Raza Cósmica, 1925.)
Después de que el espíritu marcó el paso de la oca, sopló en los hornos crematorios y culminó su obra en la shoah, José Vasconcelos terminó por hacerse de la Orden Tercera de los franciscanos y anunció que repudiaba cuanto hubiese escrito en contra de las doctrinas católicas. Al parecer, incluso en 1952, en unas declaraciones a la prensa, llegó a afirmar que lo que él había querido decir es «Por mi raza hablará el Espíritu Santo» (creyendo, sin duda, que así arreglaba algo las cosas...).
Prólogo a la edición de 1948 de La Raza Cósmica. Misión de la raza iberoamericana
«La tesis central del presente libro que las distintas razas del mundo tienden a mezclarse cada vez más, hasta formar un nuevo tipo humano, compuesto con la selección de cada uno de los pueblos existentes. Se publicó por primera vez tal presagio en la época en que prevalecía en el mundo científico la doctrina darwinista de la selección natural que salva a los aptos, condena a los débiles; doctrina que, llevada al terreno social por Gobineau, dio origen a la teoría del ario puro, defendida por los ingleses, llevada a imposición aberrante por el nazismo.
Contra esta teoría surgieron en Francia biólogos como Leclerc du Sablon y Noüy, que interpretan la evolución en forma diversa del darwinismo, acaso opuesta al darwinismo. Por su parte, los hechos sociales de los últimos años, muy particularmente el fracaso de la última gran guerra, que a todos dejó disgustados, cuando no arruinados, han determinado una corriente de doctrinas más humanas. Y se da el caso de que aún darwinistas distinguidos viejos sostenedores del espencerianismo, que desdeñaban a las razas de color y a las mestizas, militan hoy en asociaciones internacionales que, como la Unesco, proclaman la necesidad de abolir toda discriminación racial y de educar a todos los hombres en la igualdad, lo que no es otra cosa que la vieja doctrina católica que afirmó la actitud del indio para los sacramentos y por lo mismo su derecho de casarse con blanca o con amarilla.
Vuelve, pues, la doctrina política reinante a reconocer la legitimidad de los mestizajes y con ello sienta las bases de una fusión interracial reconocida por el Derecho. Si a esto se añade que las comunicaciones modernas tienden a suprimir las barreras geográficas y que la educación generalizada contribuirá a elevar el nivel económico de todos los hombres, se comprenderá que lentamente irán desapareciendo los obstáculos para la fusión acelerada de las estirpes.
Las circunstancias actuales favorecen, en consecuencia, el desarrollo de las relaciones sexuales internacionales, lo que presta apoyo inesperado a la tesis que, a falta de nombre mejor, titulé: de la Raza Cósmica futura.
Queda, sin embargo, por averiguar si la mezcla ilimitada e inevitable es un hecho ventajoso para el incremento de la cultura o si, al contrario, ha de producir decadencias, que ahora ya no sólo serían nacionales, sino mundiales. Problema que revive la pregunta que se ha hecho a menudo el mestizo: "¿Puede compararse mi aportación a la cultura con la obra de las raza relativamente puras que han hecho la historia hasta nuestros días, los griegos, los romanos, los europeos?" Y dentro de cada pueblo, ¿cómo se comparan los periodos de mestizaje con los periodos de homogeneidad racial creadora?
A fin de no extendernos demasiado, nos limitaremos a observar algunos ejemplos.
Comenzando por la raza más antigua de la Historia, la de los egipcios, observaciones recientes han demostrado que fue la egipcia una civilización que avanzó de sur a norte, desde el Alto Nilo al Mediterráneo. Una raza bastante blanca y relativamente homogénea creo en torno de Luxor un primer gran imperio floreciente. Guerras y conquistas debilitaron aquel imperio y lo pusieron a merced de la penetración negra, pero el avance hacia el norte no se interrumpió. Sin embargo, durante una etapa de varios siglos, la decadencia de la cultura fue evidente. Se presume, entonces, que ya para la época del segundo imperio se había formado una raza nueva, mestiza, con caracteres mezclados de blanco y de negro, que es la que produce el segundo imperio, más avanzado y floreciente que el primero. La etapa en que se construyeron las pirámides, y en que la civilización egipcia alcanza su cumbre, es una etapa mestiza.
Los historiadores griegos están hoy de acuerdo en que la edad de oro de la cultura helénica aparece como el resultado de una mezcla de razas, en la cual, sin embargo, no se presenta el contraste del negro y el blanco, sino que más bien se trata de una mezcla de razas de color claro. Sin embargo, hubo mezcla de linajes y de corrientes.
La civilización griega decae al extenderse el Imperio con Alejandro y esto facilita la conquista romana. En las tropas de Julio César ya se advierte el nuevo mestizaje romano de galos, españoles, británicos y aun germanos, que colaboran en las hazañas del Imperio y convierten a Roma en centro cosmopolita. Sabido es que hubo emperadores de sangre hispano-romana. De todas maneras, los contrastes no eran violentos, ya que la mezcla en lo esencial era de razas europeas.
Las invasiones de los bárbaros, al mezclarse con los aborígenes, galos, hispanos, celtas, toscanos, producen las nacionalidades europeas, que han sido la fuente de la cultura moderna.
Pasando al Nuevo Mundo, vemos que la poderosa nación estadounidense no has sido otra cosa que crisol de razas europeas. Los negros, en realidad, se han mantenido aparte en lo que hace a la creación del poderío, sin que deje de tener importancia la penetración espiritual que han consumado a través de la música, el baile y no pocos aspectos de las sensibilidad artística.
Después de los Estados Unidos, la nación de más vigoroso empuje es la República Argentina, en donde se repite el caso de una mezcla de razas afines, todas de origen europeo, con predominio de tipo mediterráneo; el revés de los Estados Unidos, en donde predomina el nórdico.
Resulta entonces fácil afirmar que es fecunda la mezcla de los linajes similares y que es dudosa la mezcla de tipos muy distantes, según ocurrió en el trato de españoles y de indígenas americanos. El atraso de los pueblos hispanoamericanos, donde predomina el elemento indígena, es difícil de explicar, como no sea remontándonos al primer ejemplo citado de la civilización egipcia. Sucede que el mestizaje de factores muy disímiles tarda mucho tiempo en plasmar. Entre nosotros, el mestizaje se suspendió antes de que acabase de estar formado el tipo racial, con motivo de la exclusión de los españoles, decretada con posterioridad a la independencia. En pueblos como Ecuador o el Perú, la pobreza del terreno, además de los motivos políticos, contuvo la inmigración española.
En todo caso, la conclusión más optimista que se puede derivar de los hechos observados es que aun los mestizajes más contradictorios pueden resolverse benéficamente siempre que el factor espiritual contribuya a levantarlos. En efecto, la decadencia de los pueblos asiáticos es atribuible a su aislamiento, pero también, y sin duda, en primer término, al hecho de que no han sido cristianizados. Una religión como la cristiana hizo avanzar a los indios americanos, en pocas centuria, desde el canibalismo hasta la relativa civilización.»
José VasconcelosJosé Vasconcelos Calderón nació en Oaxaca el 28 de febrero de 1882. Estudio la carrera de Derecho en la Universidad Nacional, y obtuvo el título de abogado en 1907. En 1908 se unió al movimiento revolucionario de Francisco I. Madero, opuesto a la dictadura del general Porfirio Díaz. Presidió el Ateneo de México (1909) y participó en el movimiento revolucionario. Escritor prolífico, en la primera parte de su vida cultivó el ensayo histórico y filosófico. Tras pasar algunos años en el exilio, al triunfar la revolución mexicana fue nombrado Rector de la Universidad Nacional (del 9 de junio de 1920 al 12 de octubre de 1921). Entre 1921 y 1924 ocupó el cargo de Secretario de Educación del Gobierno Federal: organizó el ministerio en tres departamentos: Escolar, de Bellas Artes y de Bibliotecas y Archivos; mejoró la Biblioteca Nacional y creo varios repositorios bibliográficos populares; editó una serie de clásicos de la literatura universal, la revista el El Maestro y el semanario La Antorcha; invitó a trabajar en el país a los educadores Gabriela Mistral y Pedro Henríquez Ureña; impulsó la escuela y las misiones rurales, y promovió la pintura mural. En 1924 paso a la oposición y presentó su candidatura a la gubernatura del Estado de Oaxaca, donde resultó derrotado, marchando a vivir fuera de México. Volvió a México en noviembre de 1928 y, al año siguiente, lanzó su candidatura a la Presidencia de la República, con el apoyo de toda una generación de estudiantes. Derrotado en las elecciones, volvió a exiliarse. En ambos procesos fue víctima de las peculiares prácticas democráticas mejicanas. Después de las elecciones presidenciales de 1929, redactó y publicó cuatro libros que son su crónica autobiográfica: Ulises Criollo, La tormenta, El Proconsulado y La Flama. Volvió a marchar de México, donde regresó en 1940 para dirigir la Biblioteca Nacional. Ingresó en el Colegio de México el 8 de abril de 1943 como miembro fundador. En 1953 fue elegido miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua (silla V). Falleció en la ciudad de México el 30 de junio de 1959.
«Vasconcelos es hoy en día la figura de mayor relevancia intelectual en Hispanoamérica. El conde Hermann de Keyserling afirma, en sus Meditaciones Suramericanas, que 'José Vasconcelos es el ideólogo más original que hasta hoy ha habido en la América del Sur' (pág. 231, Meditaciones Suramericanas, traducción española, Madrid 1933). Y páginas adelante, en el capítulo que consagra a la 'Delicadeza', nos asegura: 'En América del Sur pueden encontrarse ya los primeros elementos de una concepción del mundo autóctona y original. Reposa sobre el concepto de delicadeza. El argentino Leopoldo Lugones postula para su país una cultura de la belleza semejante en estilo a la antigua... Pero el pensador más representativo es el mexicano José Vasconcelos.'
En algún lugar de la América del Sur, un buen día le llamaron a Vasconcelos 'el Maestro de las juventudes de América'. Y es lo cierto que adondequiera que vaya –en sus frecuentes viajes por los países iberoamericanos– hay siempre un puñado de estudiantes que esperan a su maestro, en la estación ferroviaria o en el aeropuerto, ansiosos de escuchar de sus labios una nueva idea o una palabra de estímulo.
No he conocido hombre que le importen menos las distinciones académicas. Las universidades de Chile, Puerto Rico, Salvador, Guatemala y México le han conferido el grado de doctor en filosofía «honoris causa». Es miembro del Colegio Nacional y académico de la Academia Mexicana de la Lengua y de la Real Academia Española de la Lengua. España le ha otorgado sus más altas condecoraciones. Estados Unidos le ha llamado, con frecuencia, para que dicte conferencias en sus principales universidades. Pero Vasconcelos desprecia el éxito. Cuando éramos estudiantes nos aprendimos, de una de sus más célebres conferencias, aquel fragmento: 'El éxito es estéril y mediocre, se acomoda con el instante, muere con él, no suscita ni anhelos ni virtudes. Lo que se trunca por alzarse demasiado, conserva vigor en las raíces para recomenzar el asalto de la altura...'
En materia de Sociología, la teoría vasconceliana de 'La Raza Cósmica' se ha visto confirmada en las obras de Toynbee, que advierte en la historia un proceso hacia la heterogeneidad y mezcla de todas las razas. Vasconcelos insiste en que a la larga vendrá la unificación de la especie, con aumento de sus potencias si logra aprovechar las virtudes de los componentes.
En Filosofía, José Vasconcelos reclama el derecho a que se juzguen como originales suyas las tesis siguientes:
a) La teoría del Apriori Estético, en la cual se afirma que el fenómeno de la belleza obedece a formas específicas, que son: el Ritmo, la Melodía, la Armonía y el Contrapunto, formas independientes totalmente de las formas lógicas aristotélicas.
b) La teoría de la coordinación mental que liga conjuntos heterogéneos. Cuando pensamos en un objeto, por ejemplo, ponemos en un sector de la mente lo que nos dice del objeto la Física, lo que nos dice la Química, lo que nos dice la Literatura, y así la labor del filósofo va a consistir en coordinar todas esas esferas del conocimiento, para lograr algo que ya no es 'Logos', sino Armonía. La verdad, en consecuencia, ya no es la reducción de lo particular a lo general –piensa nuestro filósofo–, sino el secreto de la coordinación de valores irreducibles uno al otro, pero que se ligan por la vida y la acción, dando por resultado una existencia como armonía.
c) En su ensayo titulado 'La Sinfonía como forma literaria', Vasconcelos lanzó por primera vez la tesis de que el arte supone la combinación de elementos heterogéneos que se coordinan en forma no intelectual, sino en forma armónica y estética, a efecto de producir efectos de conjunto, que son perfectamente inteligibles y además sensibles y que no tienen nada que ver con las conclusiones lógicas de la mente. Esta tesis coincide con las ideas sobre la belleza del poeta Elliot, en sus Cuartetos, escritas, como diez años después, según lo ha hecho notar el filósofo norteamericano Philip Wheelwright.
En la obra escrita de José Vasconcelos hay un semillero de ideas geniales que, mediante un apropiado cultivo, pueden tener un desarrollo fecundo. Vasconcelos puede salvarse, para la posteridad, en antología. Y aún no se ha hecho una verdadera antología de la obra filosófica de nuestro pensador.
¿Por qué Vasconcelos, a diferencia de tantos otros filósofos, ha logrado enardecer a las juventudes en fervor hacia él? Porque ha amado, sin transigir, lo bello y lo valioso; porque ha preferido la Verdad antes que la paz...
Estemos o no estemos de acuerdo con muchos actos de su vida, no caigamos en el mezquino vicio de restar méritos a ese su arte de ser fiel a sí mismo; fidelidad heroica que no ha podido ser aprisionada por el público. Esa pasión, ese calor y esa vida que ha sabido poner en sus libros, subsistirán mucho tiempo después que se hayan perdido en el olvido los nombres de sus detractores.
Filósofo de alma ardiente y luchador activo en la calle, ha concluido por abrirse a lo sobrenatural para evadirse de esta paradoja: ser más que hombre sin dejar de ser hombre. Su itinerario no ha transcurrido en vano. La esperanza –aventura en curso– penetra a través del tiempo y funda su vida.» (Agustín Basave Fernández del Valle, La filosofía de José Vasconcelos, el hombre y su sistema, Ediciones Cultura Hispánica, Madrid 1958, páginas 451-454.)
«Filósofo, educador, político, escritor... José Vasconcelos debe ser considerado uno de los hombres más interesantes, completos y, por ende, controvertidos en la historia de México. Su proyecto educativo, su nacionalismo, su impulso al movimiento muralista y sus teorías sobre el mestizaje cuando estuvo a cargo de la Secretaría de Educación entre 1922 y 1924 lo hicieron, sin duda, una de las figuras más influyentes del México moderno. Pero a la vez, Vasconcelos ha sido condenado por el pensamiento elitista y ultraconservador que lo caracterizó durante los últimos años de su vida, por lo que comúnmente se la ha acusado de egoísta y contradictorio. La literatura sobre Vasconcelos es abundante: revistas de historia, literatura, filosofía y política han publicado un sinnúmero de artículos sobre diferentes aspectos de la vida y obra de quien fuera rector de la Universidad Nacional y creador de la Secretaría de Educación. De hecho, el primer problema que enfrenta el historiador, en el caso de Vasconcelos, es cómo seleccionar y catalogar el material de entre la miríada de libros, artículos y ensayos relacionados con los diferentes aspectos de su vida y de su obra que, sin embargo, han tratado con muy poco equilibrio las diferentes etapas de su vida. Si existen ya cientos de páginas que hablan sobre su campaña presidencial en 1929, sólo se pueden encontrar un par de menciones, aquí y allá, sobre su campaña para gobernador de Oaxaca en 1924. Hay docenas de volúmenes que se refieren a su autobiografía, pero sólo un par de artículos que analizan sus inclinaciones nazis y su participación en la revista Timón.» (Luis Barrón, «¡Es un gran libro ese de Ulises!», reseña de la edición crítica de Ulises Criollo, FCE, México 2000.)